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Foto del escritorSandy Blackstar

Un asesino, ¿nace o se hace?

Actualizado: 26 feb 2020

Joaquin Phoenix supo cómo dar rostro a un asesino de carne y hueso.





Joker, la del 2019, solamente titulada de forma pura con el sustantivo propio, que es el alias o sobrenombre del personaje, ha hecho que hasta el espectador más distraído logre empatizar con aspectos del sentir del personaje.

“Este filme sí habla de una biografía, pero sobretodo de una sociedad contemporánea, donde adolecemos de deshumanización, e incomprensión para con los padecimientos de índole emocional; donde muchas veces el sujeto no puede exhibir su vulnerabilidad, ni su transparencia, pues es preferible, para su sobrevivencia en sociedad, ponerse un disfraz y portar una máscara, la cual, muchas veces termina por ser su única faz.”

Esta película plantea la lucha de un individuo que pasa de ser inadaptado, a ser sociópata; y su estadío último un demente confinado a un hospital psiquiátrico. La causa y consecuencia de la evolución del personaje es: las medicinas psiquiátricas que requería para poder domar sus monstruos.


Joker ha recibido la altísima calificación de 9 en IMDB


Mucho se comenta en estos días acerca del recién estrenado filme Joker (El guasón), cuya interpretación estelar corre a cargo de Joaquin Phoenix; tal es su popularidad, que es un trending topic, convirtiéndose en la peli mejor evaluada, en IMDB, con un 9 de calificación hasta el momento –y recordar que esta calificación la otorga el público: cinéfilos, neófitos o expertos–. Pero justamente apelando a este efervescente resultado, a mí me gustaría darle su crédito al filme como tal, es decir, como un producto unitario con varias aristas, sí desde su eje central, o sea, su personaje protagónico, pero también haciéndole honor al tratamiento del tema, a la inserción de las subtramas que sirven para apoyar las acciones centrales del protagonista; también a destacar el punto de vista del director del filme: Todd Phillips, quien ha sabido imprimirle a su filme un sazón tan humano como realista.


Traducida al español como “El guasón”, esta historia apela a los pormenores del cínico malhechor que acompaña a Batman, desde un planteamiento caricaturizado, y desde hace ya varias décadas. Sin embargo la historia, la del 2019, solamente titulada de forma pura con el sustantivo propio, que es el alias o sobrenombre del personaje, ha hecho que hasta el espectador más distraído logre empatizar con aspectos del sentir del personaje, y más allá, con las circunstancias sociales que a éste le tocan sortear. Así, este filme sí habla de una biografía, pero sobretodo de una sociedad contemporánea, donde adolecemos de deshumanización, e incomprensión para con los padecimientos de índole emocional; donde muchas veces el sujeto no puede exhibir su vulnerabilidad, ni su transparencia, pues es preferible, para su sobrevivencia en sociedad, ponerse un disfraz y portar una máscara, la cual, muchas veces termina por ser su única faz.



Grosso modo, la historia de Joker narra el devenir de un sujeto, Arthur Flake, quien vertiginosamente recorre las calles de Ciudad Gótica, dentro del atuendo que le concede el hacer trucos, bailes, sonrisas, y que además le da para comer: el de payaso. El personaje inicia con cierto demacramiento, tanto físico como emocional, propio de su padecimiento real: risa patológica, que lo hace reír incontrolablemente, y más cuando ya no hay apoyo económico gubernamental para sus medicamentos. En un inicio (premisa básica), se nos muestra a un ser humano maltratado y venido a menos, quien ya revela, con su afligida apariencia, que sobrevivir dentro de la gran urbe es sólo para los más fuertes. En el conflicto, bien al inicio de la historia, vemos al personaje vestido de payaso y tratando de hacer reír a la gente que transita por la calle, pues para ello ha sido contratado; todavía cree en que reír es gratis y todo un digno oficio con el cual se puede conectar con la inocencia albergada dentro de cada ser humano. Entonces, un grupo de chicos maliciosos le arrebatan su letrero y lo hacen correr como nunca, para finalmente destruirle el letrero y propinarle tremenda golpiza clandestina, poniendo en manifiesto el tema de que las personas transparentes y vulnerables, física y psicológicamente, son blanco fácil para el acoso y hostigamiento de otros micro o macro grupos sociales más poderosos. Luego, no es suficiente con “ser alguien” para triunfar en sociedad; hay que proteger y esconder dicho “ser” para flotar en el mundo de las apariencias. Y en este punto me es imposible no recordar a Penny Wise en It (2019) cuando le dice a una de sus víctimas que “ya nadie se ríe, ni disfruta con los payasos”, lo cual es una fina ironía: ya nadie ríe con quien quiere hacernos reír, al contrario, nos incomoda y nos distrae de la cotidianidad. Los payasos en la contemporaneidad son personajes desencajados; son los residuos de una sociedad antigua más ingenua e inocente, hasta en sus motivos para reír.




Ya en el desarrollo del filme se tiene el desenvolvimiento de la problemática personal de Arthur Flake, quien vive en circunstancias precarias junto con su anciana madre; tiene el enorme sueño de asistir al programa de televisión conducido por Murray Franklin (Robert De Niro) y empieza a sufrir los problemas habituales de una persona pobre a quien la vida comienza a llevárselo por delante. Una de las peripecias iniciales y cruciales del filme sucede cuando uno de los compañeros laborales de Flake, el corpulento payaso Randall le ofrece una pistola para su defensa personal, lo cual será la semilla y el vehículo del posterior desenfreno de la ira y la falta de escrúpulos del protagonista. Otro poderoso símbolo ancla, para hacer progresar la trama y el conflicto, es aquella misteriosa carta que la madre de Flake siempre esperaba enviar y/o recibir. Más adelante se revela un secreto en torno a quién es el destino de la carta y cuál es la verdadera faz de la madre de Flake, epifanía que, por cierto, termina por decepcionarlo en cuanto a las mentiras y ocultaciones con que se maneja cualquier ser humano. La cinta desciende de sus tintes tristes y azules, hacia lo sombrío y demente, cuando Arthur Flake comete su primera triada de crímenes (y a destacar que obra por impulso, como a quien “se le van las cabras”, mostrando con ello el carácter visceral y impulsivo que aguarda indómito dentro del Flake); cuando él escapa de la escena del crimen tiene finalmente, y ante el espejo, una especie de desdoblamiento de personalidad en donde se manifiesta por primera vez “the Joker”, ya más cínico, desenfadado y libre. A partir de este momento del desarrollo de la cinta, el personaje va cayendo irremediablemente, más y más, dentro de ese pozo profundo que nos lleva a los espectadores a entender que ya no hay vuelta de hoja, ni miramientos: cada vez el personaje comente más acciones ilícitas y deliberadas que lo ponen más y más lejos de la escala de lo moralmente correcto; a pesar de ello, el director es lo suficientemente hábil, en cuanto a la dirección de escena, así como para mostrarnos que son las circunstancias y el ambiente corrupto lo que ha llevado a Arthur Flake a defenderse del mundo y a apartarse “del buen camino”, mostrando su aspecto más salvaje, cruel y mordaz. Conforme el personaje se va desapegando de los lazos afectivos que lo mantienen con los pies en la tierra, va perdiendo miedo e inseguridad, para abandonarse a su lado más violento y quizás más siniestro.


En el clímax de la cinta se tienen acciones simultáneas: Por un lado, la gente encabeza una huelga en las calles quejándose de los ricos y poderosos capitalistas; todos los huelguistas portan, irónicamente y como uniforme, la máscara de un payaso sonriente. Por otro lado, la familia del poderoso político y magnate Thomas Wayne (¡sí! La familia de Bruce Wayne, Batman) se encuentra en un ostentoso teatro de la ciudad y nuestro protagonista finalmente concreta el poder aparecer en televisión nacional en el show de su comediante preferido: Murray Franklin. Todo acabará en una trifulca de desastres, como una bola de nieve, la violencia e imposibilidad de dar marcha atrás llevan a Arthur Flake a hacer simbólicamente, y de la forma más irónica, oscura y mordaz, su debut como el “Joker” ante las cámaras. Nadie olvidará su acto, el cual por cierto lo hace definitivamente emerger al mundo desde su alteridad, su pérdida de la cordura y su autoreinvindicación. El desenlace de la cinta es normalizante, mostrándonos que la sociedad castiga y restringe a los malhechores, lo cual humildemente a mí no me satisfizo, pero entiendo que lo contrario hubiera trastocado ciertos límites de lo políticamente correcto, situando al personaje como un héroe.




Desde mi óptica de literata romántica, esta película plantea la lucha de un individuo que pasa de ser inadaptado, a ser sociópata; y su estadío último es el de un demente confinado a un hospital psiquiátrico, lo cual es irónico, pues, si se sigue el ciclo, de principio a fin, la causa y consecuencia de la evolución del personaje es al mismo tiempo la cura: las medicinas psiquiátricas que requería para poder domar sus monstruos. Desde luego que no es la misma percepción de este filme de quien tenga una familia funcional y sana, y de quien tenga una vida emocional plena, en relación con la visión del que ha sido víctima de sus circunstancias familiares, derivando en un ser defectuoso y alienado ante los ojos de una sociedad que siempre piensa en el futuro y en el progreso.

La verdad de las cosas, y desde un punto de vista ético, es que es claro que la sociedad todavía no sabe muy bien qué hacer con esos individuos que no encajan por enfermedad física o psicológica. A pesar de que se habla de diversidad y de inclusión (y en la cinta figuran obesos, enanos y delincuentes), todo ese discurso normalizante todavía es una bella utopía. Hay montones de sujetos pobres, discriminados, enfermos y fracasados, cuya función social queda totalmente en el limbo de los defectos de una sociedad perfectible y avanzada. Luego entonces, pienso que justamente por eso mismo, un personaje que otrora hubiera sido la simple caricatura fiel de un personaje arquetípico cruel por naturaleza, y oculto detrás de su disfraz y maquillaje, escala y toma dimensiones insospechadas cuando logra empatizar con montones de rostros (como analógicamente pasa con los huelguistas del filme), cuyo sufrimiento, abuso, discriminación e incertidumbre se ponen en manifiesto, a pesar de tantas ONG’s y de tantos manoseados discursos sobre equidad y respeto.

El personaje cobra vida, se tridimensionaliza y abandona su contexto del cómic. Arthur Flake respira y tiene un corazón que late, como el de tantos sujetos de cualquier nación, que han sufrido una transformación, a veces para bien, pero muchas veces para mal; y todo ello para lograr sobrevivir en esa jungla llamada sociedad posmoderna. El personaje definitivamente revela lo peor que puede pasar con un ser humano que es puesto aparte y que se queda solo y a expensas de su falta de lazos afectivos y de su incontrolable enfermedad. ¿Qué si la película está bien hecha? Absolutamente. ¿Qué si Joaquin Phoenix debería ganar el Oscar? Absolutamente. ¿Por qué? Porque muestra, a través de la biografía de su personaje, un perdedor venido a menos, lo que es oscilar e ir de mal en peor, dentro de una sociedad que crece y que no espera por nadie. El actor matiza e infunde de sutiles y espectaculares rasgos realistas a un personaje que debería parecernos aborrecible por la calidad de sus acciones, y que, sin embargo, nos hace “ponernos en sus zapatos”. La danza de la vida y la danza que Arthur Flake ejecutaba, emulando a Frank Sinatra, con tanta parsimonia y gracia, por ser su momento de deleite espiritual, nos revela simbólicamente que, detrás de cada dolor y dentro de cada uno de nosotros podría haber un malhechor, un sociópata, un psicótico o psicópata sólo esperando su oportunidad desenfrenada de su catártica explosión súbita. Así, aunque marchamos por la vida, a veces con estrés, a veces como autómatas, también quisiéramos bailar, quisiéramos reír y llorar desenfrenadamente (lo cual es una burla irónica mostrada a través del padecimiento de Flake). Así que cabría preguntar: ¿por qué tú sensación al ver el filme viajó desde la cabeza hasta el corazón, para luego alojarse sin remedio hasta las vísceras o entrañas? Quizás, y después de todo, haya mucho fuego, pasión y arrebato contenidos por ahí, detrás de nuestro ser reprimido. Arthur Flake evoluciona y nos lo muestra, aunque, muy a nuestro pesar, reciba el castigo social de la detención y el hacinamiento. Y “quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.



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